martes, 8 de marzo de 2016

Relato de una noche

Apago el móvil para intentar dormir. Pero algo en mí ha decidido que esta noche no será fácil conciliar el sueño.

Pienso y pienso, y me hundo, nado entre lágrimas y me voy alejando de la orilla. A cada minuto que pasa cada vez más a la deriva...

Me pregunto si inhalando humo podré respirar la vida que el aire ya no es capaz de darme. Sin pensar me levanto. En completa oscuridad busco el último cigarro que escondo al fondo del armario. Algo de abrigo y un mechero robado. 

En busca de consuelo, desde el balcón observo la plaza, bares y calles de las que -aún- tantos recuerdos guardo. Nostalgia en el alma, cigarro en mano. Siento la noche y callo. Tiemblo, no de frío, remordimientos.

Las primeras caladas alivian el dolor más externo, las siguientes se suceden como si nada, las últimas no consiguen aplacar el dolor interno. Saben a miedo, tristeza, melancolía y -sobre todo- a un mudo sufrimiento..

Temo ser descubierta haciendo aquello que tanto critico -hipócrita, me digo- y envuelta en ese miserable pensamiento dejo que se consuma el cigarro.

La última calada se clava en mi garganta como una daga envenenada, ciega mis ojos, golpea mi estómago y sacude mi cabeza aturdiendo aún más mis pensamientos. Abrazo el dolor -externo e interno- clavando la mirada en el suelo, empapado de agua como de rabia y desesperación mi alma. 

Quizás sea hora de volver -¿a dónde?-, no lo sé, en todas partes quiero estar y en ninguna logro encontrarme. Me deslizo entre las sombras procurando no pisar la madera equivocada que desvele mi paseo nocturno. Me tumbo sobre el colchón, testigo del miedo, y siento que lo que intentó ser remedio solo ha acrecentado mi inquietud, insaciable, como un ente al que si no alimentas te devora por dentro.

Cierro los ojos y no duermo, solo pienso.
Pienso y pienso, hasta que de nuevo me levanto, escribo y describo el tedioso momento y -por fin- me duermo. 

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