lunes, 28 de diciembre de 2015

Mil pedazos

Hay muchas cosas en esta vida -quizá demasiadas- que nunca lograré llegar a entender. Cosas triviales, abstractas, inalcanzables. El dolor es una de ellas. No me importa sentirlo, llevarlo por dentro, esconderlo tras una sonrisa de suficiencia. Pero no soporto verlo. Verlo en otras personas, personas cercanas y queridas... No soporto no poder hacer nada por que desaparezca de ellas. Me siento tan impotente, insignificante y débil ante el incesante látigo del tiempo que alimenta su dolor.

El dolor -como la materia- nunca se destruye, sólo se transforma. Puede que convertido en pena, nostalgia, miedo, prudencia... Pero el hecho que un día lo produjo perdurará en tu subconsciente en forma de recuerdo latente. También puede evolucionar. Puede crecer con el paso del tiempo. Expandirse por tu cuerpo hasta dominarlo por completo. Ya no existe la persona, solo el dolor reflejado en ella... 

...Un día la ves sonreír y tu alma sonríe con ella. Al día siguiente el dolor
la postra sobre la tristeza y el fracaso, y el mundo se te cae encima
rompiendo tu alma en mil pedazos. 

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