Dos almas, dos cuerpos fundidos por un sentimiento. Dos
personas que se quieren. Una de ellas siente el amor con la inocencia de un
niño, la otra, sin querer menos, lo siente frágil, atormentada por una
corriente continua de pensamientos que logra esconder plasmándolos sobre un
viejo cuaderno. Hoy se ha rendido ante ellos, pero al ver a su alma gemela
paseando por la casa, se ha aferrado al cuaderno y ha dejado
fluir las palabras para intentar vencerlos:
“Si supiera que la observo como un poeta a su musa, buscando
cada detalle, cada hermoso defecto; para dejar en ti su esencia. Si supiera que
a cada paso que se aleja me desnuda ante la soledad, ante un silencio que ella
escucha trasformado en dulces susurros. Si supiera que cada grito, cada pelea,
atraviesa mi piel cayendo ligero en el rincón de los sentimientos muertos.
Si supiera que tengo tendencias suicidas, batallas en mi
cabeza donde el cansancio y la oscuridad se rinden ante las ganas de vivir (con
ella). Si supiera que a veces pierdo la lucha, que me dejo llevar como una
pequeña piedra por un caudal hasta que la luz del sol me rescata de nuevo.
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